Apuntes para otra historia by Florentino Huerga Martín

Apuntes para otra historia by Florentino Huerga Martín

autor:Florentino Huerga Martín [Huerga Martín, Florentino]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Poesía, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1974-08-31T16:00:00+00:00


«Por las almenas de tu frente el canto alborea. La justicia poética incendia campos de apróbio. No hay sitio para la nostalgia, el yo, el nombre propio».

Octavio Paz

I

Uno sabe que hay que andar el camino,

que los vientos empujan las huellas

hacia los descampados.

Al horizonte extiende la voz

y sabe que morirá doblando el mediodía

Ahí está la historia

tirando del agua, de la barca y del barquero,

llevando espumas a la orilla,

haciendo acantilados,

planicies hacia el mar,

apretando el puño del barquero,

haciendo señales hacia el infinito

hogueras para ser reconocido,

gestos espantados

con luz,

con sangre.

con banderas lanzadas a planetas solitarios.

He aquí el hombre sobre el tiempo

recorriendo anchas sombras hacia la luz.

He aquí todo el espanto de la tierra

lanzándose a las estrellas.

He aquí el miedo del hombre

apoyándose en mástiles de gloria,

extendido por la inmensa llanura

hasta los montes,

tropezando con señales en cruz,

con soledades inmensas,

con silencios desgarrándose ál poniente,

en niños con la voz en un pañuelo,

tropezando con patrias parricidas,

con nombres ensangrentados.

He aquí el hombre

con su torpe mano

haciendo signos de madera,

haciendo signos para nadie

o quizás para los planetas habitados

por otros seres incapaces…

y la luz se extiende

alrededor de la sangre,

alrededor de los cadáveres

su mano vieja y desgastada.

He aquí la sinfonía de la impotencia.

Pegaron en las paredes

consignas tristes,

esperanzas que envejecieron

futuros imposibles,

hoces, puños y banderas,

ojos entristecidos y febriles.

Los contemplamos con el alba.

El destino

clavó sus pies sobre los muros

reforzó las alambradas

espantó los agoreros pájaros

y las manos se acostumbraron al silencio.

He aquí el hombre

adentrándose por caminos misteriosos,

desposeído de la luz,

desposeído de la esperanza

desposeído…

«Y ahora ya

tiro la pluma y la desesperanza

porque nada hay que cantar».

He aquí el hombre,

buscando la pluma en los escombros

para seguir dando fe

de esta ensangrentada y absurda historia.

Y el hombre encuentra apenas un cincel

que golpea con duras piedras

e incrusta palabras,

fuertes palabras

hechas golpe a golpe

sobre la nauseabunda tierra que habitamos.

Olvidó ya primaveras en el monte,

puestas de sol por los olivos

ojos y labios sonriendo a la mañana.

Tempestades de ceniza

recorrieron el mundo.

Se contaminaron las fuentes

y rebrotaron de los desiertos

raíces enormes de sequía y de miedo.

Los niños recorrieron los campos abandonados

en busca de su parte de alegría:

encontraron calcinados juguetes,

pájaros ciegos,

voces quemadas

y extendidas sobre los destruidos puentes.

Los padres desolados

huían en las barcazas

hacia lo más oscuro del mar.



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